En memoria de la abuela del páramo que se extiende en el tiempo
Víctor M Ávila Pacheco / Paulina Gonzales / Abel Barreto
Corresponsalías Pasca - Cundinamarca
La abuela arropada por el manto del páramo, con flores de frailejón, con su voz tenue, pero recia, alienta el caminar en la lucha por la vida, respetando el paso de las mochilas henchidas en la búsqueda y construcción de una nueva canta tejida en un ser social de colores diversos

Imagen ilustrativa
La abuela y el abuelo fueron un poco de lo que soy, parrandero, peleonero, pendenciero si se quiere, lástima que se murieron, se murieron los abuelos…
Mucho me queda de los viejos, esto que les conté, en las estrofas de mi canción, que no murieron que a mi diosito se los preste, donde quiera que los tenga, que me regale su bendición (…)
El son de los palos.
Un recuerdo del pasado vivo en el viaje de la vida
María Oliva Rodríguez
Cuando una persona muere, dicen queda completamente muerta. Pero mientras la persona muerta es recordada por su nombre, no está realmente muerta, está viva realmente viva en muerte, está viva en la memoria de quienes la conocieron en vida, también está viva en el mundo de los espíritus y mientras la recordamos está en el estado de inmortalidad, para siempre señalando los caminos por seguir.
La abuela del páramo siempre levanto la mano, señalando lo que puede ser el mañana, su formación critica de partido, así le enseño, se prepara uno para el mañana, para cumplir las tareas, aunque todo fue tan fugaz, la abuela del páramo siempre estuvo atenta al andar de las mochilas ululantes, con sandalias sobre la tierra, con sus ideas de dignidad, camuflada en los espejos de agua que permite ver la realidad, entender nuestra ancestralidad, donde la tierra va más allá de la legalidad, allí viven nuestros antepasados y donde viven ellos es donde somos un pueblo, que lucha por un nuevo país, que no olvida el pasado, de los que ya se fueron , pero están presentes.
La abuela arropada por el manto del páramo, con flores de frailejón, con su voz tenue, pero recia, alienta el caminar en la lucha por la vida, respetando el paso de las mochilas henchidas en la búsqueda y construcción de una nueva canta tejida en un ser social de colores diversos.
En medio de la vida cotidiana, la abuela cumple sus tareas de paramo, saluda los frailejones, los protege, habla con los animales y las nubes, rastrea el tiempo y el espacio a través del cielo encantado en figuras del cruz del sur, para la cuidansa diaria; y cada caminante a su modo también las cumple; los caminantes de mochilas henchidas con pasos alargados por un deber social, ético, político saben que en esa mochila cabe todo sabiéndolo acomodar, caben los libros, los madrigales, sueños, las luchas, los amores, las historias, los recuerdos de los que partieron, y dieron su vida por esa mochila repleta de frailejones dorados.
La abuela sabe que en este caminar es necesario un proceso material y espiritual de vida, donde es básica la solidaridad, las manos cruzadas, la cooperación, la hermandad en grados de conciencia. La abuela reiteraba, eso es la palabra humanidad, donde no se olvida la memoria, y la creatividad en riesgo permanente del vivir la vida profunda, así nos enseñó a horadar la tierra en letras y versos de Nuestra América.
El frio profundo del páramo desvanece la alegría del caminante, las manos se entumecen, los ojos se humedecen en cortinas de humo, los mochileros se cansan, pero la abuela con sus manos cálidas y su aliento de vida reparte en comunidad tinto y arepas calientes para los caminantes, ella sabe que no hay obligación alguna, solo es una pedagogía de lo humano, vivir la vida, abrir el paso de los caminantes.
Bibliografía
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Sobre el tiempo el pasado que se extiende ante nosotros.







